Las ciudades no son estructuras inmóviles, inmutables al paso del tiempo y las necesidades de sus habitantes. Son organismos en constante transformación, capaces de adaptarse y evolucionar junto con las demandas del siglo XXI. En este contexto, la transformación digital emerge como un pilar fundamental para crear ciudades inteligentes. Sin embargo, esta transición requiere más que tecnología; exige un cambio de mentalidad por parte de los gobernantes, quienes deben comprender las dimensiones de la Quinta Revolución Industrial y dejar atrás el enfoque tradicional de sus urbes como entes rígidos.
Las ciudades ya no pueden verse como estructuras fijas
Por: Gabriel E. Levy B.
Durante décadas, las ciudades fueron pensadas como entornos estáticos.
Grandes urbes crecieron en función de sus infraestructuras físicas: edificios, carreteras, sistemas de transporte masivo.
Los gobernantes y planificadores urbanos concibieron sus ciudades como una suerte de maquinaria diseñada para mantenerse operativa bajo una lógica estricta de eficiencia y control.
Esta visión se afianzó especialmente durante la Revolución Industrial del siglo XIX, cuando las ciudades se convirtieron en epicentros de producción y expansión económica.
Este enfoque industrialista no solo impulsó el crecimiento desmedido de las metrópolis, sino que estableció una manera de gobernar: la ciudad como un espacio de explotación económica.
La idea de las “ciudades máquina” fue ampliamente desarrollada por autores como Lewis Mumford, quien en su obra La ciudad en la historia criticó cómo las ciudades modernas se construyeron bajo la lógica del control y la productividad, perdiendo de vista su rol como espacios de interacción humana y desarrollo social.
En estos entornos, las decisiones se tomaban con base en la infraestructura física, sin considerar la flexibilidad y la capacidad de adaptación que exigen las sociedades contemporáneas.
El desafío ahora radica en abandonar esa visión obsoleta de las ciudades como estructuras estáticas.
Las ciudades del siglo XXI deben pensarse como organismos vivos y en constante cambio. Para lograrlo, la tecnología juega un papel central, pero no suficiente. Requiere, ante todo, un cambio en la forma en que los gobernantes comprenden y gestionan sus territorios.
La Quinta Revolución Industrial: Un cambio de paradigma
La transformación digital que estamos presenciando forma parte de un cambio mucho más profundo, identificado por algunos expertos como la Quinta Revolución Industrial. Mientras la Cuarta Revolución Industrial puso el foco en la automatización, la inteligencia artificial y el internet de las cosas (IoT), la Quinta Revolución enfatiza la integración y la colaboración entre la tecnología y los humanos para resolver problemas complejos de manera más holística.
Esta revolución no se limita al uso de tecnologías avanzadas, sino que apuesta por una simbiosis entre las personas y las máquinas, donde la inteligencia artificial no solo sea una herramienta para optimizar recursos, sino una aliada en la toma de decisiones más inclusivas y sostenibles. En este sentido, Klaus Schwab, fundador del Foro Económico Mundial, argumenta que la tecnología debe estar al servicio de la sociedad y no al revés. La Quinta Revolución Industrial, a diferencia de la cuarta, pone a las personas en el centro del proceso de innovación tecnológica.
Para que una ciudad logre convertirse en un ente inteligente bajo los preceptos de la Quinta Revolución, los gobernantes deben abrazar una nueva manera de pensar. Ya no basta con promover proyectos de «smart cities» basados únicamente en la digitalización de los servicios públicos, como el transporte o la gestión energética. Es imperativo comprender que la transformación digital debe ir acompañada de un profundo entendimiento de la naturaleza humana y social de las ciudades.
Los líderes locales necesitan una visión donde la tecnología no solo solucione problemas logísticos, sino que permita la creación de escenarios flexibles donde las comunidades puedan colaborar y adaptarse rápidamente a los cambios. La flexibilidad, adaptabilidad y resiliencia son características clave en este nuevo modelo de ciudad inteligente.
La transformación digital debe ser humana
La transformación digital no es solo un conjunto de tecnologías implementadas a escala urbana; es un cambio estructural en la forma en que se gestionan y se habitan las ciudades. La tecnología, por sí sola, no convierte a una ciudad en inteligente. Este concepto requiere, además, de un enfoque humano y flexible, que promueva la colaboración y el bienestar de sus habitantes.
Barcelona, reconocida por ser pionera en el modelo de ciudad inteligente, ha demostrado cómo la tecnología puede estar al servicio de las personas y no al revés. Desde la implementación de una red de sensores que optimiza el consumo de energía hasta la creación de aplicaciones que permiten a los ciudadanos participar activamente en la toma de decisiones urbanas, la capital catalana ha desarrollado un ecosistema digital que conecta a las personas con su entorno. No obstante, este tipo de iniciativas no se gestan únicamente desde la esfera tecnológica, sino desde la comprensión de la ciudad como un ente flexible y dinámico.
Por otro lado, ciudades como Singapur han abrazado un enfoque distinto. Han logrado implementar tecnologías como el reconocimiento facial para optimizar el control del tráfico y la seguridad pública. Sin embargo, su enfoque rígido y controlado ha sido criticado por promover una visión de ciudad donde la vigilancia y la tecnología sustituyen el diálogo y la participación ciudadana. Como advierte Evgeny Morozov en su obra La locura del solucionismo tecnológico, no todas las soluciones tecnológicas son inherentemente buenas. De hecho, sin un enfoque humanista, corren el riesgo de alienar a los ciudadanos y crear sociedades menos inclusivas.
Los desafíos de las ciudades latinoamericanas
En América Latina, las ciudades enfrentan un reto doble: deben adaptarse a la era digital mientras aún luchan con problemas estructurales del siglo pasado, como la desigualdad, la falta de infraestructura y la corrupción. Bogotá, Ciudad de México y Buenos Aires han lanzado diversas iniciativas para digitalizar sus servicios públicos y mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos. Sin embargo, la falta de visión integral en muchos de estos proyectos ha dificultado que las ciudades se transformen completamente en entes inteligentes.
En conclusión
Para que una ciudad logre una verdadera transformación digital y se convierta en una ciudad inteligente, sus gobernantes deben cambiar su manera de pensar. No basta con implementar tecnología avanzada. Es crucial comprender las dimensiones de la Quinta Revolución Industrial, que apuesta por la integración entre humanos y tecnología. Las ciudades deben ser vistas como escenarios flexibles, donde la innovación y la adaptación constante son la clave para enfrentar los retos del futuro.