Posicionada ya como una de las más ejemplares ciudades inteligentes del mundo, con una clara vocación a la innovación y la optimización de recursos, la capital alemana comienza a tomarse en serio su nueva meta: ser una ciudad verde.
¿Qué hace a una ciudad verde?
Por: Gabriel E. Levy B. y Sergio Andrés Urquijo Morales
www.galevy.com
Hasta hace poco los símbolos de desarrollo de las ciudades eran las avenidas, los rascacielos y las grandes plantas industriales. Pero la cada vez más angustiante emergencia climática que enfrenta la humanidad ha hecho que el uso responsable de los recursos naturales sea un símbolo real de desarrollo urbano.
LA ONG Instituto Superior del Medio Ambiente[1] define las ciudades verdes como:
“Aquellas con abundantes espacios naturales para disfrute de sus ciudadanos, bajas emisiones de gases efecto invernadero, bajos niveles de contaminación acústica, ciudades caracterizadas por una edificación bioclimática y sostenible y cuyos habitantes están educados en el respeto medioambiental”.
Y ese es el camino que ha escogido Berlín, bajo el mando de un alcalde socialdemócrata Michael Müller y con el apoyo decidido de una de las gobernantes más comprometidas con los temas ambientales, la canciller Ángela Merkel, y su partido, el CDU, que pasó a disputarle al Partido Verde el liderazgo en temas de sostenibilidad[2].
La mejor forma de ilustrarlo son los ejemplos, el 43% de la superficie de la ciudad son no zonas verdes establecidas como bosques urbanos con criterios de biodiversidad[3]. Varios de los edificios públicos más nuevos de la ciudad están construidos con materiales recuperados, y varios pueden incluso capturar carbono del ambiente.
También se ha potenciado una antigua tradición de la ciudad: las huertas urbanas. esta estrategia no solo evita un poco las largas jornadas de transporte de alimentos desde lugares lejanos, con la consecuente reducción en emisiones por el transporte, sino que además genera integración comunitaria y pone a los ciudadanos “con las manos en la tierra”.
Estas huertas, que hoy comienzan a crecer por las ciudades del mundo, alimentan a los berlineses desde hace 150 años, por lo que se podría decir que la ciudad ya tenía una fuerte base de sostenibilidad cuando la palabra ni siquiera existía.
Inteligente y verde
Como lo analizamos anteriormente existen cuatro pilares fundamentales de toda ciudad Inteligente[4], los cuales incluyen: contar con una excelente infraestructura de conectividad, amplio despliegue de sensores; disponer de centros de control de gran capacidad y brindar a organizaciones y ciudadanos plataformas eficientes de comunicación e interfaces.
Ahora bien, con estas condiciones, se hace mucho más fácil detectar y gestionar temas ambientales como las emisiones atmosféricas, el gasto energético y los residuos y esta es justamente la apuesta que tiene en marcha Berlín.
Por ejemplo, con un buen sistema de sensores, se integra el control del tráfico y la circulación con la detección de emisiones contaminantes. También capturarse datos sobre las vías favoritas de paseo y ejercicio de los habitantes, para construir sobre esos datos nuevas vías, ciclorrutas y senderos.
Berlín, apuesta por aumentar el bienestar de sus habitantes desde la tecnología y la sostenibilidad.
¿Qué pueden aprender las ciudades latinoamericanas?
Mucho. Principalmente porque varis ciudades de la región ya tienen en sus planes de desarrollo estrategias que buscan convertirlas en ciudades inteligentes, y algunas llevan décadas apostándole a desarrollo urbano sostenible. Ese es el caso de Curitiba, en Brasil, que desde los años 80 se lanzó como pionera mundial de transportes más responsables y sigue encabezando listas de compromiso ambiental y en muchos aspectos a buscado imitar los pasos de Berlín.
Otras ciudades de la región han desarrollado estrategias similares o que al menos apuntan a propósitos equiparable. algunas desde el transporte sostenible, como las extensas redes de ciclorrutas de Bogotá y Sao Paulo, o las soluciones eléctricas de transporte público de Medellín y Monterrey. Varias ciudades en Colombia y México promueven programas de uso gratis de bicicletas para ciudadanos.
Pero si bien debemos destacar los avances en la medida de las posibilidades en la región, la verdad es que falta muchísimo por hacer, y la primera enseñanza que deben tomar las ciudades a partir del caso de éxito de Berlín, es generar los planes de desarrollo a mediano y largo plazo, sin depender del gobierno de turno. y articulados con los gobiernos de los respectivos países, tal y como lo hemos planteado en diversas ocasiones en nuestros análisis.
La segunda clave es bien más compleja, pero esencial: la educación ciudadana. como se dijo antes, se requiere una ciudadanía conectada con el proyecto de ciudad verde para que este funcione.
Las ciudades de Latinoamérica tienen graves problemas de cultura ciudadana, y un agravante es la alta migración, que hace que muchas personas no logren sentir parte de un proyecto urbano ni se identifiquen con la ciudad que los recibe, muchas veces de mala manera. pero quizás una idea ambiental logre esa unión.
Finalmente, la sostenibilidad ambiental y la reforestación como eje transversal, deben hacer parte de las agendas y planes de transformación digital de las grandes urbes del continente, basados en un modelo igual o similar al desarrollado por Berlín.
Mayor conciencia ambiental en los ciudadanos
Las preocupaciones ambientales cada vez ocupan más espacio en la mente de los ciudadanos, y como mostró el estudio Street Smart: Putting the citizen at the center of Smart City initiatives, los ciudadanos encuestados consideraron que las principales preocupaciones eran la contaminación (42%) y la falta de iniciativas sostenibles (36%)[5].
Y algo similar ocurre en nuestra región, pues cada vez las poblaciones más vulnerables se percatan de la relación que hay entre sus principales dificultades (inundaciones, deslizamientos, enfermedades infecciosas, demora en el transporte) y la falta de planificación sostenible. Por tanto, las administraciones podrían encontrar en estos temas un espacio de unidad y consenso entre la población, viabilizando los presupuestos participativos y la planeación urbana concertada.
Integrar los proyectos de ciudades verdes con las estrategias de ciudades inteligente en Latinoamérica, generaría mucho más valor agregado para los planes territoriales y de políticas públicas de los mandatarios locales y regionales, además de permitir un importante ahorro de recursos, pues la misma infraestructura de conectividad, sensores y control se usaría para ambos propósitos armoniosamente, tal y como ha demostrado que es posible la ciudad de Berlín.
En Conclusión, La ciudad de Berlín no solo apuesta por ser Inteligente, también quiere ser reconocida como una ciudad verde, en donde la convivencia armoniosa con la naturaleza juega un rol preponderante y decisivo para garantizar el futuro sostenible de las próximas generaciones, integrando la transformación digital como instrumento integrador de la sostenibilidad, un modelo que algunas ciudades de América Latina han intentado imitar desde sus posibilidades y que debería convertirse en la ruta a seguir en toda la región.