Más personas, más desafíos para las Smart Cities
Por Gabriel E. Levy B. y Maria Cecilia Hernandez
www.andinalinksmartcities.com
La enorme cantidad de personas habitando las ciudades hoy, sumada a la proyección de aumento poblacional en las ciudades existentes para los años venideros, y al pronóstico de crecimiento de la superficie urbana, sobre todo de países pobres, en las próximas décadas, se ha convertido en un reto monumental para las ciudades que tienen como meta convertirse en Smart Cities.
Tal y como lo reveló el Reporte Mundial de las Ciudades 2022, de ONU Hábitat[1], para los próximos cincuenta años se prevé que la superficie urbana crezca un 141 % en países de ingresos bajos, un 44 % en regiones con ingresos medios-bajos, un 34 % en zonas de ingresos altos y un 13 % en países con ingresos medios-altos.
Este dato no es menor si comprendemos que se tratará de una alta densidad poblacional en zonas geográficas muy pequeñas, comparadas con zonas rurales, y empobrecidas. Factores que hacen más compleja la tarea de convertirse en una ciudad inteligente.
Uno de los propósitos esenciales de las Smart Cities es crear mejores infraestructuras urbanas para la ciudadanía, mediante el uso de tecnologías de información y comunicación (TIC) y, con ello, elevar su calidad de vida.
En ese sentido, un eslabón fundamental de las Smart Cities es la movilidad inteligente, y la pregunta a resolver es ¿cómo transportar de forma justa, inclusiva, eficiente, competitiva, sostenible y amigable con el ambiente, a millones de personas en el espacio urbano?
Transporte público masivo, la opción por excelencia
Las discusiones que se vienen dando en torno al tema de la movilidad inteligente, han tenido como resultado la consolidación de una amplia gama de alternativas en las que se combinan el uso de nuevas tecnologías y el cambio de hábitos y estilos de vida.
El objetivo es uno: hacer que el flujo de personas por el espacio público, de todas las personas sin excepción, sea más rápido, eficiente, cómodo, seguro y menos contaminante.
La promoción del uso del transporte público masivo sigue siendo la estrategia por excelencia de la movilidad inteligente; no obstante, esta opción requiere un cambio de chip en el estilo de vida de muchas personas.
Según la revista Motor[2], en Colombia hay más de 17 millones de vehículos, de los cuales 15.6 millones son particulares; es decir, existen aproximadamente 1.4 millones de vehículos de transporte público. La mayoría de los buses y vehículos de transporte masivo sobrepasan los 20 años de estar en funcionamiento[3]; se trata de carros que generan mayor contaminación y mayores costes de operación.
Esto, sumado a que el transporte de pasajeros opera al tiempo que los vehículos particulares, hace que se eleve el tiempo promedio diario que pasa una persona en el transporte público en el trayecto de su casa al trabajo y viceversa.
Por ejemplo, según Movitapp[4], en Montreal (Canadá) una persona trabajadora pasa 47 minutos diarios en el transporte público y suele recorrer una media de 7.3 kilómetros; en Boston sus habitantes pasan en promedio 46 minutos diarios en el transporte público y recorren cerca de 6 kilómetros; en Bogotá, por su parte, estas cifras corresponden a 64 minutos y 7.9 kilómetros.
Tal y como lo indica un estudio de la empresa Inrix, citado por el diario El Tiempo[5], las personas que conducen vehículos, públicos o particulares, gastaron, en 2021, 94 horas en trancones en Bogotá, 53 en Medellín y 51 en Cali. Mientras que en Estados Unidos y en Europa, gastan en el año un promedio de 33 y 34 horas, respectivamente.
Por lo pronto, la promoción del uso del transporte público masivo no parece estar dando los resultados esperados, en tanto que implica el cambio de hábitos y estilos de vida para la movilidad, pero también tiene como condición la actualización del parque automotor por vehículos más amigables con el ambiente.
Movilidad eléctrica, compartida y pay per use
En la actualidad, las alternativas existentes para desarrollar y consolidar una movilidad inteligente en las ciudades implican un cambio en la mentalidad de la ciudadanía. No obstante, cada vez son más las tecnologías que buscan acelerar estos cambios.
Vienen ganando terreno estrategias como la movilidad compartida, la multimodalidad, la movilidad combinada, el vehículo autónomo, la movilidad eléctrica, entre otras.
La movilidad compartida (ridesharing o carsharing) se trata de maximizar el uso que le damos a los vehículos de nuestra propiedad (automóviles, camionetas, motocicletas, etc.), ocupando los asientos disponibles en cada viaje y compartiendo el trayecto con otras personas.
Otro enfoque es la movilidad a la carta o pay per use, que viene de la mano de la movilidad eléctrica. En este servicio las personas alquilan un coche, una moto o una patineta (todos eléctricos) para recorrer un corto trayecto e, incluso, por meses, para luego devolverlo.
Cada vez son más usadas en el mundo las aplicaciones que permiten este tipo de uso de los vehículos eléctricos; aparatos que no son tuyos y cuyo uso compartes con otras personas. Se trata de un escenario en el que, tal y como lo describió el Foro Económico Mundial[6], pasas de “poseer a usar”.
Vehículos autónomos ya no son ciencia ficción
Se trata de una tecnología en desarrollo, consistente con vehículos autoconducidos o que funcionan sin que los opere un ser humano. Según la Fundación Innovación Bankinter[7], en entrevista con el profesor de la Universidad Libre de Berlín e investigador en inteligencia artificial y redes neuronales, Raúl Rojas, esta tendencia funcionará mejor para fomentar la movilidad compartida, que para el uso particular.
Tal y como lo proyecta Rojas, se tratará de vehículos que operarán como taxis en permanente movimiento. El servicio se tendrá que programar previamente mediante una aplicación y el vehículo trazará un trayecto en el que cruzará y suplirá las necesidades de movilidad de varias personas usuarias.
Según lo afirma el portal especializado Obras, “un solo taxi autónomo puede satisfacer las necesidades de movilidad urbana que llenan actualmente de 6 a 10 automóviles particulares”[8].
Multimodalidad o movilidad combinada
Esta es una de las alternativas más desafiantes para las Smart Cities. Consiste en diseñar y fortalecer una oferta con distintos y personalizados tipos de movilidad, combinando vehículos de transporte masivo con vehículos particulares, de uso individual y de uso compartido, eléctricos (autos, buses, trenes, bicicletas, patinetas), mecánicos (bicicletas, patines o patinetas y caminar) e híbridos.
La multimodalidad busca la máxima satisfacción para las personas usuarias, con la mayor efectividad, el mayor ahorro de tiempo y dinero y los menores impactos ambientales.
No obstante, esta alternativa conlleva importantes retos: la actualización del parque automotor, la planeación y el diseño estratégico en una red integrada de servicios, la oferta personalizada, la promoción y la difusión de posibilidades y la adaptación de la infraestructura física y logística.
Sin adaptar el urbanismo no hay movilidad inteligente
Raúl Rojas sostiene que “no se puede entender una movilidad sostenible y eficiente en el futuro sin una adaptación del urbanismo y de cómo construimos nuestras ciudades. Tan importante será el cómo nos moveremos como el por dónde nos moveremos y qué haremos con los vehículos que se utilicen”[9].
De nada serviría migrar a vehículos eléctricos si la ciudad no cuenta con suficientes estaciones de carga o sin un plan efectivo para la disposición final de las baterías en desuso.
“El enfoque en movilidad compartida también es un reto para el urbanismo, sobre todo en zonas de suburbios, peor conectadas y con menos servicios de transporte compartido en la actualidad. Se deben ofrecer alternativas reales a las personas para que consideren el uso de redes de transporte público y compartido integradas antes que el vehículo particular. No se le puede pedir a las personas que dejen de utilizar sus coches si la alternativa es un trayecto más largo en vagones de metro saturados”[10].
Otras posibilidades que contribuirían al mejoramiento de la movilidad es la reducción de la demanda de la movilidad misma; estrategias como el teletrabajo o el trabajo híbrido, podrían contribuir enormemente.
En conclusión, la movilidad inteligente podría convertirse en el eslabón más importante para lograr los objetivos de las Smart Cities, pero también, como hemos visto, se corre el riesgo de que se convierta en el talón de Aquiles. Lo cierto es que constituye una oportunidad ineludible para alcanzar los objetivos de justicia, inclusión, eficiencia, competitividad y sostenibilidad que conlleva convertirse en una ciudad inteligente, tanto para sus habitantes como para el medio ambiente.