La era de las ciudades inteligentes ha comenzado, pero más allá de la tecnología, la neurociencia urbana emerge como la clave para diseñar urbes que armonicen con nuestra psicología y neurología. Desde espacios verdes que reducen el estrés hasta entornos que fomentan la socialización, descubre cómo la integración de la neurociencia en la urbanización busca maximizar la felicidad y productividad de los ciudadanos.
¿Qué es y para qué sirve la Neurociencia Urbana?
Por: Gabriel E. Levy B.
El término «neurociencia» ha sido, lamentablemente, cooptado por numerosos seudocientíficos que lo utilizan de manera indiscriminada, dotando de una falsa aura de legitimidad a prácticas y teorías sin base empírica. Esta malversación del término ha generado escepticismo y desconfianza en muchos. Sin embargo, es fundamental distinguir entre estos actores y los investigadores serios y rigurosos que trabajan incansablemente en el ámbito de la neurociencia en todo el mundo.
Autores de la talla de Michael Gazzaniga, Antonio Damasio y Oliver Sacks han dedicado sus vidas a explorar y comprender las complejidades del cerebro humano, su funcionamiento y sus implicancias en la vida diaria[1].
No solo se dedican a estudiar el cerebro en un contexto médico o biológico, sino que también exploran sus aplicaciones en otros campos del conocimiento. Un ejemplo fascinante de esto es cómo la neurociencia se entrelaza con el diseño y desarrollo de ciudades inteligentes. Así como el cerebro es un sistema complejo de conexiones y procesos, las ciudades son entidades vivas que responden y se adaptan a las necesidades de sus habitantes.
La convergencia entre tecnología, conectividad y neurociencia urbana promete no solo ciudades más eficientes, sino también entornos que comprenden y se adaptan al bienestar psicológico y emocional de sus ciudadanos.
La tecnología y la conectividad, pilares fundamentales de estas urbes del futuro, tienen el potencial de mejorar nuestras vidas si se aplican con la debida consideración a los hallazgos de la neurociencia.
La Neurociencia aplicada a las Ciudades Inteligentes
La neurociencia urbana es un campo interdisciplinario que busca comprender cómo el entorno construido afecta la salud mental, emocional y cognitiva de las personas. Las investigaciones demuestran que factores como la densidad de la población, el diseño de espacios, la presencia de áreas verdes y la calidad del aire tienen un impacto directo en el bienestar y la productividad de los individuos.
Por ejemplo, se ha demostrado que la exposición regular a espacios verdes puede reducir los niveles de estrés, mejorar el ánimo y aumentar la creatividad. Asimismo, la presencia de parques y jardines en zonas urbanas contribuye a una mayor actividad física y socialización entre los residentes, factores clave para la salud mental y física.
Las ciudades inteligentes, al integrar la neurociencia urbana en su diseño, pueden hacer uso de estas investigaciones para maximizar el bienestar de sus habitantes. Esto no sólo se traduce en ciudadanos más felices y saludables, sino también en una mayor productividad y una reducción de los costos asociados a problemas de salud mental y física.
Además, teniendo en cuenta la psicología humana, las ciudades pueden ser diseñadas para fomentar la interacción social, crucial para nuestra salud mental. Espacios públicos como plazas, parques y áreas recreativas, cuando se diseñan teniendo en cuenta las necesidades humanas, pueden convertirse en puntos de encuentro y socialización.
Por otro lado, la neurociencia también nos brinda información sobre cómo los estímulos sensoriales en un entorno urbano afectan nuestra cognición y emociones. La contaminación acústica, por ejemplo, se ha relacionado con niveles elevados de estrés y problemas de concentración. Una ciudad inteligente, consciente de este hecho, podría implementar medidas como zonas de silencio, barreras acústicas y normativas estrictas sobre ruidos, beneficiando así la salud mental de sus habitantes.
También se ha observado cómo la falta de exposición a la luz natural durante el día puede afectar nuestros ritmos circadianos y, en consecuencia, nuestro sueño y estado de ánimo. Ciudades que incorporen más espacios con luz natural y reduzcan la contaminación lumínica nocturna contribuyen a regular estos ritmos, mejorando la calidad de vida de sus residentes.
La armonización entre Tecnología y Neurociencias
La tecnología y la conectividad son términos que se han vuelto intrínsecos en nuestras vidas diarias, y más aún cuando hablamos de las ciudades inteligentes. Estas urbes, que parecen sacadas de una novela futurista, tienen la capacidad de usar la tecnología avanzada para mejorar la vida de sus habitantes. Pero ¿qué sucede cuando combinamos este potencial tecnológico con los hallazgos de la neurociencia urbana?
Uno de los aspectos más reveladores es el potencial de los sistemas de monitoreo en tiempo real. Estos sistemas no sólo pueden registrar datos como la contaminación, el ruido y el tráfico, sino que pueden procesar estos datos y ajustar automáticamente las respuestas de la ciudad. Imaginemos una ciudad donde, al detectarse altos niveles de contaminación, se desplegarán más vehículos eléctricos públicos o se restringiera el acceso a zonas específicas. O una metrópolis que, al identificar picos de ruido en determinadas zonas, ajuste las barreras acústicas o modifique los patrones de tráfico para garantizar el bienestar de sus habitantes.
Además, estos sistemas pueden integrar otros parámetros de vital importancia. Por ejemplo, pueden monitorear los niveles de iluminación en espacios públicos, asegurando que las personas estén expuestas a la cantidad adecuada de luz natural durante el día y a niveles reducidos de contaminación lumínica durante la noche. Esto, según estudios neurocientíficos, puede ayudar a regular los ritmos circadianos y, en consecuencia, mejorar la calidad del sueño y el estado de ánimo de las personas.
La conectividad también juega un papel crucial al permitir la interacción constante entre diferentes sistemas de la ciudad. Las luces de tráfico pueden comunicarse con los sensores de contaminación para adaptar la duración de las luces verdes y rojas, minimizando la emisión de gases contaminantes. Las áreas verdes y parques pueden estar equipadas con sensores que midan la calidad del aire, la humedad y la temperatura, adaptando automáticamente sistemas de riego o iluminación según sea necesario.
Otro aspecto relevante es la posibilidad de integrar plataformas de feedback ciudadano. Los habitantes podrían proporcionar retroalimentación en tiempo real sobre su bienestar y percepción en diferentes zonas de la ciudad, información que, cuando se combina con datos objetivos, proporciona una visión holística para tomar decisiones informadas.
En Conclusión, La neurociencia se revela como una herramienta esencial en el diseño de ciudades inteligentes. Autores reconocidos, como Damasio, subrayan la interdependencia entre emoción y razón. Las urbes del futuro, respaldadas por tecnología y conectividad, deben adaptarse al bienestar psicológico de sus habitantes, considerando la complejidad neuronal para crear espacios que realmente resuenen con la experiencia humana.
[1] Damasio, A. R. (2005). En busca de Spinoza: neurobiología de la emoción y los sentimientos. España: Crítica.