El rostro oculto de los residuos electrónicos en América Latina

En los márgenes de muchas ciudades de América Latina y el Caribe, donde las calles pierden nombre y el asfalto se disuelve en tierra, emergen montañas de basura tecnológica.

Teléfonos inteligentes, notebooks, routers, vapes y hasta scooters eléctricos rotos conviven con las gallinas, los perros flacos y los niños descalzos.

Son los residuos de la era digital, esos que prometieron conectividad, productividad y modernidad, pero terminaron contaminando el agua, sembrando enfermedades y provocando incendios.

“No hay afuera para la basura electrónica”

Por: Jorge Santkovsky y Gabriel E. Levy B.

El auge de los residuos de aparatos eléctricos y electrónicos (RAEE) no es un fenómeno reciente, pero sí lo es su aceleración.

De acuerdo con el Global E-waste Monitor (2020), el mundo generó 53,6 millones de toneladas métricas de residuos electrónicos en ese año. De esa cifra, apenas el 17,4% se recicló adecuadamente. América Latina y el Caribe aportaron cerca de 4,2 millones de toneladas, con una tasa de reciclaje por debajo del 3%.

“Toda tecnología tiene un lado oscuro”, advierte el investigador uruguayo Eduardo Gudynas, y nunca como ahora esta afirmación resulta tan literal: bajo la carcasa de un monitor o el circuito de un celular duerme una amenaza invisible, química, sanitaria e ígnea. Y lo más grave: en América Latina y el Caribe nadie parece estar mirando.

A pesar de ser una región con creciente acceso a tecnologías digitales, la mayoría de los países latinoamericanos no cuenta con legislación robusta en materia de responsabilidad extendida del productor (REP), como sí ocurre en Europa.

En otras palabras: la vida útil de los productos electrónicos termina en manos de los usuarios, pero también en los presupuestos raquíticos de los municipios.

En su ensayo “La sociedad del riesgo”, el sociólogo alemán Ulrich Beck señala que en la modernidad avanzada los peligros ambientales ya no son colaterales, sino consecuencias directas del progreso.

El caso de los RAEE confirma esa tesis: no son residuos marginales, sino centrales al modelo de consumo actual.

“Lo que no se ve, también contamina”

El problema con los residuos electrónicos no es sólo su volumen, sino su toxicidad persistente y silenciosa. Cuando un televisor, una batería de litio o una impresora terminan en un basural a cielo abierto, empieza una cadena de procesos invisibles que afectan tanto a la salud humana como al ambiente.

Uno de los más graves es la lixiviación: la filtración de metales pesados, plomo, mercurio, cadmio, cromo hexavalente, desde los componentes electrónicos hacia el suelo y las napas subterráneas. En zonas agrícolas, esto puede significar que esos químicos terminen en los alimentos o el agua potable.

Los monitores de tubo (CRT), ya casi obsoletos, contienen vidrio con plomo que, al romperse, se convierte en una trampa cortante, contaminante e infecciosa.

En muchos países, estos fragmentos quedan esparcidos en vertederos sin ninguna medida de protección, al alcance de recolectores informales y niños.

Y no es todo: las carcasas de plástico de televisores o CPUs, al retener agua de lluvia, se transforman en criaderos ideales para el mosquito Aedes aegypti, vector del dengue, zika y chikungunya.

La combinación de humedad, calor y basura electrónica es un caldo de cultivo perfecto para brotes epidémicos.

El problema se agudiza en las regiones tropicales de Centroamérica y el Caribe, donde la falta de recolección diferenciada convierte cada tormenta en una oportunidad para la reproducción masiva de vectores.

“Lo valioso paga lo peligroso”

No todo en los RAEE es riesgo. Son muchas más las oportunidades.

Cada dispositivo contiene materiales valiosos como cobre, plata, oro y paladio, especialmente concentrados en placas electrónicas.

De hecho, se estima que una tonelada de placas puede contener más oro que una tonelada de mineral extraído de una mina.

Sin embargo, como señala la economista ambiental mexicana Alma Rocha en su trabajo sobre valorización de residuos tecnológicos, este potencial sólo puede aprovecharse si se separan adecuadamente las fracciones “positivas” (valiosas y reciclables) de las “negativas” (peligrosas o costosas de tratar).

Lo que ocurre en la mayoría de los países latinoamericanos es lo contrario: los RAEE llegan mezclados con la basura común, dañados, mojados o quemados, lo que impide su aprovechamiento.

Las empresas que podrían reciclar estos materiales muchas veces no tienen acceso directo a ellos, y los municipios, desbordados, carecen de la logística y el conocimiento técnico para intervenir.

A esto se suma la existencia de residuos huérfanos: aparatos sin fabricante activo, sin marca visible o sin responsabilidad legal atribuible.

En ausencia de una ley de REP fuerte, ningún actor se hace cargo. El resultado es que sólo los residuos “con dueño” son gestionados; el resto termina en el olvido.

Como sostiene el politólogo argentino Enrique Viale, “los pasivos ambientales no son errores del sistema, son consecuencias de un modelo económico que externaliza sus costos”.

El RAEE, en América Latina, es exactamente eso: un pasivo que nadie quiere reconocer.

“Cuando el litio arde”

Uno de los riesgos más recientes, y más invisibilizados, de los residuos electrónicos es el de las baterías de litio.

Estas pequeñas fuentes de energía están presentes en casi todos los dispositivos modernos: celulares, tablets, laptops, cigarrillos electrónicos, scooters, monopatines, cámaras.

Pero cuando se tiran con la basura común, se transforman en verdaderas bombas de tiempo.

En Colombia, un camión recolector se incendió en Medellín cuando una batería fue compactada junto con los residuos.

En Brasil, una explosión en São Paulo, provocada por la batería de una bicicleta eléctrica, arrasó un centro de reciclaje informal.

En Perú y México, basurales completos ardieron debido a baterías perforadas o aplastadas.

Las baterías de litio, al ser comprimidas, golpeadas o expuestas a calor extremo, pueden generar cortocircuitos internos y provocar reacciones térmicas descontroladas.

La consecuencia no es sólo el incendio, sino la liberación de gases tóxicos como fluoruro de hidrógeno.

Y aquí el problema se torna circular: los residuos tecnológicos mal gestionados no sólo contaminan, sino que también destruyen los pocos intentos de reciclaje que existen.

Cada incendio en un centro de acopio o reciclaje es un retroceso para todo el sistema.

La falta de una infraestructura adecuada para el manejo seguro de baterías convierte a estos dispositivos en enemigos silenciosos, escondidos entre residuos aparentemente inofensivos.

“A la amenaza de incendios y contaminantes, se suma otra menos atendida pero no menos inquietante: los RAEE acumulados en vertederos improvisados crean entornos secos, oscuros y protegidos que actúan como refugio para ratas, cucarachas, pero también —en algunas zonas tropicales de Centroamérica y el Caribe— para serpientes. Estos reptiles, atraídos por la sombra y el calor que retienen los desechos plásticos, han aparecido en basurales municipales cercanos a barrios populares, generando alertas sanitarias y accidentes evitables. La basura tecnológica, así, no solo contamina o incendia: también muerde”.

 Jorge Santkovsky – Gerente Scrap y Rezagos

En conclusión, La gestión de los residuos electrónicos en América Latina y el Caribe representa uno de los desafíos ambientales, sanitarios y logísticos más urgentes de la actualidad.

No por su visibilidad, sino por su capacidad de actuar en silencio: contaminando suelos, enfermando cuerpos, iniciando incendios, colapsando sistemas.

Pero no todo está perdido. Existen soluciones, y muchas ya están al alcance: desde alianzas público – privadas hasta leyes de responsabilidad extendida del productor.

El obstáculo no es tecnológico, sino organizacional.

Es tiempo de transformar estos pasivos tóxicos en activos circulares.

La basura electrónica puede dejar de ser una amenaza, si aprendemos a verla antes de que estalle.

Referencias

  • Beck, Ulrich (1986). La sociedad del riesgo. Hacia una nueva modernidad. Paidós.
  • Gudynas, Eduardo (2011). Buen Vivir: Germinando alternativas al desarrollo. América Latina en Movimiento.
  • Rocha, Alma (2019). “Residuos electrónicos en América Latina: diagnóstico y oportunidades”. Universidad Nacional Autónoma de México.
  • Global E-waste Monitor (2020). “The Global E-waste Statistics Partnership (GESP)”. United Nations University.
  • Jorge Santkovsky – Gerente Scrap y Rezagos (2025). “El Lado oscuro de los Residuos”. Rezagos Argentina. https://www.rezagos.com/