La promesa de una ciudad inteligente seduce con la imagen de urbes conectadas, ágiles, casi vivas, capaces de anticiparse a las necesidades de sus habitantes y de potenciar su bienestar con la precisión de un algoritmo. Sin embargo, en este espejismo de progreso se oculta una pregunta incómoda: ¿cuánta seguridad estamos dispuestos a sacrificar por la promesa de una vida más cómoda y eficiente?
Las ciudades inteligentes prometen nuevas formas de convivencia urbana. Sensores, cámaras y aplicaciones conviven en un entramado digital que regula el tránsito, monitorea la calidad del aire y optimiza servicios públicos, desde la recolección de basura hasta la gestión del agua. Sin embargo, esa misma red invisible que conecta todo, también expone a la ciudad y a sus ciudadanos a riesgos inéditos y, hasta hace poco, inimaginables.
La ciudad transparente: De la utopía moderna a la vulnerabilidad digital
Por: Gabriel E Levy B
Cuando Anthony M. Townsend publicó “Smart Cities: Big Data, Civic Hackers, and the Quest for a New Utopia” en 2013, introdujo la idea de que la conectividad urbana podría ser la clave para resolver algunos de los problemas más antiguos de las ciudades: congestión, contaminación, inseguridad y desigualdad.
Townsend argumentó que la integración de tecnologías inteligentes revolucionaría la gestión urbana, y con ella, la calidad de vida de los habitantes.
Esta visión utópica encontró eco en iniciativas como el “Smart City Index” desarrollado por el IMD World Competitiveness Center y la Singapore University of Technology and Design, donde las ciudades que más avanzaron en conectividad se ubicaron también entre las que reportaron mejores niveles de satisfacción ciudadana.
Sin embargo, la historia reciente demuestra que, en la medida en que las ciudades se vuelven más transparentes y conectadas, emergen nuevas formas de fragilidad.
La ciberseguridad, una preocupación relegada en los primeros años de la digitalización urbana, comenzó a adquirir protagonismo tras episodios como el ciberataque a la ciudad de Atlanta en 2018, que paralizó servicios públicos y puso en evidencia las grietas en la infraestructura digital.
La hiperconectividad como doble filo: ¿A qué costo accedemos a la comodidad?
El urbanista Carlo Ratti, director del Senseable City Lab del MIT, sostiene que la inteligencia de una ciudad no depende sólo de la cantidad de tecnología instalada, sino de la manera en que los ciudadanos interactúan con ella. “La ciudad inteligente no es una ciudad automatizada, sino una ciudad donde la inteligencia colectiva es potenciada por la conectividad”, afirma.
Sin embargo, la hiperconectividad implica que datos personales, patrones de movilidad y hasta preferencias de consumo quedan registrados, procesados y, en ocasiones, expuestos.
La consultora Gartner proyectó que para 2025 existirán más de 26 mil millones de dispositivos IoT (Internet of Things) conectados en las ciudades, todos generando datos y facilitando servicios.
Esta realidad, que promete una calidad de vida antes impensable, también abre puertas a la vulnerabilidad: ataques de ransomware, robo de información, manipulación de infraestructuras críticas y vigilancia masiva. Un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo y la Organización de Estados Americanos, publicado en 2021, señala que el 65% de las ciudades latinoamericanas implementó tecnologías de ciudad inteligente sin un plan integral de ciberseguridad, quedando expuestas a riesgos que escalan con la propia digitalización.
En este contexto, la calidad de vida se eleva, pero también lo hacen las amenazas.
Lo que se presenta como una ciudad “más segura” en términos de vigilancia y monitoreo, puede derivar en escenarios de vulnerabilidad extrema cuando un ataque informático interrumpe el suministro eléctrico, bloquea el acceso a hospitales o manipula los sistemas de tránsito. La conectividad no sólo optimiza, también amplifica los riesgos.
Riesgos reales: historias de ciudades bajo ataque
La ciudad de Baltimore, en 2019, se paralizó durante semanas por un ataque de ransomware que bloqueó la mayoría de los servicios públicos digitales, desde el pago de impuestos hasta la gestión de permisos de construcción.
Los atacantes exigieron un rescate en bitcoins, y la ciudad, imposibilitada de operar, terminó invirtiendo más de 18 millones de dólares entre recuperación y medidas de prevención.
Un episodio similar ocurrió en Johannesburgo, Sudáfrica, donde hackers se infiltraron en el sistema eléctrico y obligaron a la empresa municipal a suspender el servicio en varias zonas, generando caos y desconfianza.
La experiencia de Singapur, reconocida como una de las ciudades más inteligentes y seguras del mundo, evidencia que incluso los sistemas más robustos no son invulnerables.
En 2018, un ciberataque comprometió los datos médicos de 1,5 millones de personas, incluyendo al propio Primer Ministro.
El incidente desató un debate nacional sobre el equilibrio entre digitalización y seguridad, y llevó al gobierno a reforzar la protección de sus infraestructuras críticas.
En América Latina, el caso de Ciudad de México ilustra la paradoja de la conectividad.
La instalación masiva de cámaras, sensores y redes Wi-Fi públicas permitió optimizar la movilidad y la respuesta a emergencias, pero también derivó en filtraciones de datos personales, que alimentaron el mercado negro de información y dieron lugar a nuevos tipos de extorsión.
Como advierte Evgeny Morozov en “To Save Everything, Click Here”, la digitalización, lejos de eliminar riesgos, los transforma y los desplaza a nuevas áreas menos visibles, pero no por eso menos peligrosas.
En conclusión,
Las ciudades inteligentes prometen elevar la calidad de vida y multiplicar las oportunidades de sus habitantes, pero esa misma conectividad que seduce y fascina, también expone a la ciudad a riesgos inéditos y costosos.
La seguridad en la era de la ciudad inteligente no es sólo un problema técnico, sino ético, político y social, que obliga a replantear la manera en que gestionamos y protegemos lo que nos une: la información.
Referencias:
- Townsend, A. M. (2013). Smart Cities: Big Data, Civic Hackers, and the Quest for a New Utopia.
- Ratti, C., Senseable City Lab, MIT.
- Banco Interamericano de Desarrollo & OEA (2021), Ciberseguridad: Riesgos, avances y el camino a seguir en América Latina y el Caribe.
- Morozov, E. (2013). To Save Everything, Click Here.
- Gartner (2020). Forecast: Internet of Things — Endpoints and Associated Services, Worldwide, 2020.